(Pastores Gonzalo y
Andrea Sanabria)
“…tuvo hambre. Y viendo
una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas
solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la
higuera. Viendo esto los discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó
en seguida la higuera? Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si
tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a
este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en
oración, creyendo, lo recibiréis”, Mt. 21:18-22.
Jesús comprende y conoce
nuestra condición. Jesús nació y creció como cualquier niño judío, y como todo
ser humano “tuvo hambre”, sueño, fatiga, por eso él comprende nuestra humanidad
y nuestras necesidades. Como niño fue instruido, como joven y adulto fue
tentado y enfrentó diversas dificultades, por eso comprende nuestras diferentes
situaciones. En su deidad conoce todo nuestro ser, la Escritura nos dice que
“todo fue creado por medio de él y para él”, como nuestro creador, conoce
nuestra estructura material, emocional y espiritual, y por tanto es él quien
sabe exactamente cómo ayudarnos y como guiarnos...
La higuera es una
oportunidad para enseñar y aprender. La higuera apreciada entre los israelitas,
produce su delicioso fruto durante 10 meses del año, pero Jesús no encontró
fruto. En nuestro “camino” hacia la voluntad de Dios (iban a Jerusalén), nos
vamos a encontrar con cosas que no responden a nuestras expectativas, quizá:
decepciones, traiciones, engaños, calumnias, pero esas “higueras” deben ser
aprovechadas para crecer y madurar; Jesús la aprovechó para enseñar, y los
discípulos para aprender. El Maestro sigue enseñando, nosotros sus discípulos
debemos seguir aprendiendo…
Las palabras de Jesús
son poderosas, la Biblia describe a la Palabra de Dios con muchas
características: convierte el alma, santifica, alimenta, es eterna, es viva,
eficaz y poderosa, sana y libera (Sal. 107:20 “envió su palabra y los sanó, y
los libró de su ruina”), y vemos aquí que cuando él habló la higuera se secó.
Jesús revela el poder de
la fe y cómo esta genera maravillas y milagros.
Los discípulos se maravillaron, la palabra maravilla aquí viene del gr.
dsaumázo, que significa: admirados, asombrados, sorprendidos; esto es lo que
sucede, cuando por nuestra fe en Dios, él hace maravillas entre nosotros,
cuando por tu fe Dios hace maravillas en tu vida, en tu hogar, en tus hijos, en
tu liderazgo, porque Jesús dijo: “si puedes creer, al que cree todo le es
posible”, (Mr. 9:23).
La fe transforma nuestra
manera de hablar. Jesús aprovecha éste momento para enseñarles cosas muy
importantes acerca de la fe:
1. La fe hará que superen
los más grandes obstáculos (“si a este monte dijereis quítate, será hecho”).
2. La fe los llevará a
cosas mayores (de secar una higuera a trasladar un monte).
3. La fe los llevará a
declarar grandes cosas en la voluntad de Dios. (Jesús les dijo: “si dijereis a
este monte quítate, será hecho”, la fe nos lleva a hablar de manera diferente,
pues declaramos nuestra confianza en Dios y en sus promesas).
La fe determina nuestra
comunión con Dios. Nuestra manera de orar es alimentada por nuestro nivel de
fe, si lo hacemos “creyendo” recibiremos la respuesta de Dios, la fe debe ser
declarada en nuestras oraciones, evitemos oraciones lastimeras y “quejabanzas”,
porque éstas no producirán los milagros de Dios.
Reflexión final: Jesús
conoce nuestra condición, nuestras luchas y necesidades, y él quiere que lo
busquemos y que lo hagamos con fe, porque Dios quiere moverse a tu favor,
permite su acción sobrenatural orando, siendo guiado por su Espíritu y verás
las maravillas del Señor a tu favor.
Twittear
No hay comentarios.:
Publicar un comentario